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Atrás quedó mayo

Atrás quedó el mayo de ellas, las más grande, la razón de la existencia, el mayo de las madres, que se merecen los segundos, las horas y todos los días existentes e inexistentes.

Atrás quedó mayo, con sus amenazas de lluvias y su calor infernal.

Atrás quedó mayo lleno de genialidades de este paraíso, de Cámara de Cuentas y sueldos abusivos (bueno para los malos; malos para los buenos).

Atrás quedó mayo con una nueva búsqueda del “kwan” perdido (vease la película Jerry McGwire), que se esconde en callejones y sombras, cual ladrón de celulares o de vida (que son los peores).

Atrás quedó mayo con su tala, mal explicada, de árboles y sus muertos en parqueos.

Atrás quedó mayo, promoviendo un nuevo modelo, y no hablo de la japonesa Miss Universo sino del uniformado criollo que inunda los periódicos y no resuelve un solo caso.

Atrás quedó el mayo de las beldades de Donald Trump (ahora si hablo de la japonesa) con una hermosa nipona que repone a las que ganarán la corona antes que ella y después de la nuestra Amelia Vega.

Atrás quedó mayo, con sus conflictos de salud y sus catástrofes en Dajabón.

Atrás quedó mayo, con sus piratas y sus arañas, terceras entregas que prueban que de éxitos no se debiera abusar tanto. ¡Devuélvanme mis seis horas!

Atrás quedó mayo de bebentinas abusivas pero tranquilas, de cine y televisión (bueno y malo), de lecturas pasada la media noche y de ronquidos durante el trabajo.

Atrás quedó mayo con sus noches solitarias, con un conteo de horas enfermizas dentro de la casa sobrevividas gracias a Silvio, Sabina, Pablo, al Rock (suave, pesado, al revés, de lado) y mi inseparable amigo, la botella de Juancito Moreno; y claro, entre frías.

Atrás quedó mayo y nos dejo un junio que amenaza la tranquilidad, el clima y sobre todo con la misma pendeja. ¿y entonce?

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