Un sábado en la tarde el día no andaba en nada pero quedarse en casa no era una opción.
Así que decidimos tomarnos el café de la tarde fuera de los confines hogareños; entonces, armados cada uno de libros nos encontramos cerca de la cafetería y caminamos uno al lado del otro a través de la plaza.
Sentados en una de las mesas, nos miramos un breve rato y nos dijimos algunas palabras, de esas que se dicen por salir del rato, esas que tanto nos gustan.
Ya con los cafés enfrente, ella un negro yo un capuccino, retire la mano que tenía brevemente sobre su muslo y nos enterramos cada uno en las página de nuestro respectivos libros.
Ella se distraía con mi eventual sonrisa, yo con sus expresiones, su cara hermosa con los lentes recostados en la parte posterior de su nariz y sus ojos navegando las letras de libro que llevaba con ella.
La agarró de la mano para obtener su atención y me acercó lo bastante a ella para que se de cuenta de que la necesito cerca; ella solo se tiene que mover un poco para recibir un beso. Luego vuelvo a mi libro para que ella me pregunte ¿y eso porqué fue? Para yo responder, “Benedetti me ha aconsejado que lo haga”.
Al vover a mi libro siento su mirada extrañada sobre mi persona, sonríe un poco y vuelve a su libro. Esa noche dormiríamos juntos.
Solos en la habitación, decidimos concentrarnos en una comedia romántica. “Annie Hall”, “Love Actually” son algunas que nos pasan por la cabeza, nos decidimos por la contemporánea.
Antes de comenzar la película, la tomo del cuello y le planto un beso, un poco más duradero y más significativo que el de la tarde. Ella pregunta: ¿y este? Y yo respondo: este es por mi. Ella rie y se acomoda en mi regazo, nos hemos perdido los créditos de la película, yo simplemente espero lo que pasará después.
Así que decidimos tomarnos el café de la tarde fuera de los confines hogareños; entonces, armados cada uno de libros nos encontramos cerca de la cafetería y caminamos uno al lado del otro a través de la plaza.
Sentados en una de las mesas, nos miramos un breve rato y nos dijimos algunas palabras, de esas que se dicen por salir del rato, esas que tanto nos gustan.
Ya con los cafés enfrente, ella un negro yo un capuccino, retire la mano que tenía brevemente sobre su muslo y nos enterramos cada uno en las página de nuestro respectivos libros.
Ella se distraía con mi eventual sonrisa, yo con sus expresiones, su cara hermosa con los lentes recostados en la parte posterior de su nariz y sus ojos navegando las letras de libro que llevaba con ella.
La agarró de la mano para obtener su atención y me acercó lo bastante a ella para que se de cuenta de que la necesito cerca; ella solo se tiene que mover un poco para recibir un beso. Luego vuelvo a mi libro para que ella me pregunte ¿y eso porqué fue? Para yo responder, “Benedetti me ha aconsejado que lo haga”.
Al vover a mi libro siento su mirada extrañada sobre mi persona, sonríe un poco y vuelve a su libro. Esa noche dormiríamos juntos.
Solos en la habitación, decidimos concentrarnos en una comedia romántica. “Annie Hall”, “Love Actually” son algunas que nos pasan por la cabeza, nos decidimos por la contemporánea.
Antes de comenzar la película, la tomo del cuello y le planto un beso, un poco más duradero y más significativo que el de la tarde. Ella pregunta: ¿y este? Y yo respondo: este es por mi. Ella rie y se acomoda en mi regazo, nos hemos perdido los créditos de la película, yo simplemente espero lo que pasará después.
Comentarios
Vieron Love Actually?