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Él, el anfitrión

Él ya se preparaba, la noche del viernes caía y debía alistar todo, era la responsabilidad de un anfitrión la que pesaba en sus hombros, después de todo a Él le encantaba, o por lo menos hacía el esfuerzo de aparentar que lo disfrutaba.

Las llamadas llegaban, Él estaba más tranquilo pero no tan feliz, ella (la futura Ausente) ya había confirmado su inasistencia y Él no mostraba ningún desespero ante las presencias de las llamadas que anunciaban una pronta llegada.

Eran las cinco del día anterior, Él se apresuraba en adquirir los últimos ingredientes de la tan aclamada (durante toda la semana) parrillada, sin embargo, le preocupaba bastante que la parrilla en sí no apareciera y la limitante de asientos que presentaba su casa.

- “Soy la señora Dalloway” – exclamó mientras consumía un Marlboro Light en pleno alboroto de tránsito.

La manecilla del reloj marcaban las 10:15 a.m. del viernes, a penas tenía casi tres horas en el trabajo y ya le parecían una eternidad. A Él no le creaba ningún tipo de ansiedad que fuera organizador de una actividad social más tarde en la noche, era simple lógica laboral que el último día de la semana fuera lo mismo que atravesar parte del infierno.

Inmediatamente llegó el primero de los individuos supo que la noche sería una de romo, y de bastante para ser más claro, Él se decidió por solo refrescarlo con hielo, su primera visita, con refresco.

La parrilla cogió fuego en poco tiempo y estaba encargada de cocinar las primeras salchichas de la noche, mientras los invitados seguían llegando y la parte frontal de la casa parecía cada momento más pequeña. Él, sin dudarlo, busco inmediato refugio en el patio de atrás y encendió un cigarrillo para escapar de la claustrofobia que lo consumía.

Al terminar el último copaso del cigarrillo que casi le quema la yema de los dedos, estaba totalmente borracho y le decía a una muchacha por Internet (la que le gustaba, no la ausente) que haría una parrillada el sábado siguiente. Era domingo y ya casi era aquel Lunes maldito donde decidiría cambiar la actividad para el viernes, eran las 11:50 p.m. el nombre de Ella decía “offline”.

- “Tendré que hacer un fiao con lo que me falta” – entendió al ver la cuenta en bancarrota luego de que otra promesa de que le pagaran se haya fugado para otros siete días más.

Ya era miércoles y pasaba del mediodía, la escasa cantidad numérica haría que le caería mal la comida.

- “Lo que me faltaba” – decía mientras expulsaba los deshechos del buffet engullido en la hora del almuerzo. – “ahora toy envenenao”.

Esto no evitó que lambiera el fondo de una botella de ron mientras escuchaba la extraña combinación de Silvio Rodríguez, Elvis Costello y Rubén Blades desde la computadora. Pasaba ya la media noche, era jueves.

- “Y Él?” – se escuchó Ella al mismo tiempo que el radio hacia su transición musical.

Él apagó el cigarrillo rápidamente, se llevó una menta Halls a la boca y se encontró de golpe con una belleza que lo esperaba.

Los saludos fueron afectuosos, no comprometedores pero tampoco inocentes. Él guardo la cajetilla de cigarros en el bolsillo del pantalón y le ofreció una copa. Ella aceptó.

La gente comenzaba a llegar por montones, la bebida fluía, Él se paseaba con rapidez entre la multitud, y solo alcanzaba a detenerse unos segundos entre los invitados, a Ella la miraba, Ella se reía sin saber porque, de repente, Él concentró su atención en otra invitada.

El celular vibraba, su luz iluminaba la oscuridad eterna del cuarto, no había luz, Él estaba sudado – ¿En que estás? Toy malita – decía el mensaje en el móvil. Pasaban de las 9 de la noche, era martes.

La conversación de mensajes cortos no pasó de los eternos cortejos inservibles que el utilizaba con Ella. Un “Mime rico, Muahz” cerró la conversación, eran las 10 y algo, la luz llegó casi a las 12.

A Él le llamó mucho la atención el interés mostrado por la Otra, una mujer de cuerpo pornográfico que con el contacto de sus dedos cada vez que Él le hacía llegar una cerveza o como intentaba retozar con Él mientras cocinaba lo tenía intrigado; Ella, por el otro lado, no le quitaba la vista de encima.

Buscando nueva vez respiro, Él busco refugio en el patio trasero. Sin darse cuenta, Ella había usado la excusa de ir al baño para seguirlo.

No había llegado al patio trasero y ya desprendía de su contenido a dos cigarrillos y con una habilidad, desesperante y desconocida, los dividía ambos para dar cabida a un poco de marihuana que llevaba en el otro bolsillo.

Mientras el espeso humo salía de su boca, divisó una figura femenina en la entrada del patio, era Ella. Él se quedó observándola y pensó: “Ella sabe”, pero no hizo ningún gesto ni nada, solo se quedó contemplándola mientras se pegaba otra vez el pitillo a la boca, no pensaba en Ella, pensaba en la Ausente. El único movimiento que provino de ella, fue titubear y regresar a la fiesta solo para buscar su bolso y marcharse.

Eran las 3 de la madrugada, el estaba sentado en la cama, contemplando el cuerpo orgásmico de la Otra que yacía desnuda boca abajo en un lado de la cama; luego se detuvo a ver, por encima de su cuerpo de Buda, los condones que estaban tirados en el suelo. Los recogió y los dejó en el zafacón, luego buscó los brazos de la Otra para, a pesar de lo calurosa de la noche, abrazarse junto a ella, ella buscó su boca para un último beso y quedo tendida cerca de su cuello. Ya casi salía el sol del sábado.

Sintió que lo adecuado era tomar el celular y pasarle un mensaje, Ella se había ido seguramente molesta. En respuesta del “¿Llegaste bien?”, Ella respondió: “Sí, perdona, no me sentía bien, gracias”. Pensó que era más por prudencia su respuesta que por otra cosa.

Ya iban quedando pocas personas, pasaba la medianoche. Paseo la idea de darse otro poco de Cannabis, después de todo quedaba todavía comida en caso de que el hambre atacara con violencia, y sin titubear se dirigió nueva vez al patio trasero. Sin darse cuenta, fue la Otra quién lo siguió en ese momento.

- “Levántate que ya nos vamos” - le grita su madre, se había acostado después de comer, y entre la hartura y el calor del sur lo tenían bobo. Él se había ido para el sur con la familia. Era Domingo.

- “Cualquiera cree que esto fue un sueño” – dijo al contemplar el celular inerte durante el día completo. Ni una llamada de Ella, ni de la Ausente, ni de la Otra.

Esta vez Él hizo todo el ritual recostado de la pared en el patio trasero. Antes de prender divisó un cuerpo femenino una nueva vez en la entrada, la Otra, alzada en tacos, miraba perpleja e interesada.

Él hizo un gesto de invitación (aquel que no hizo cuando fue Ella quién lo siguió porque consideró que sería un tiro al aire) y la Otra titubeo al principio pero comenzó su marcha hacia donde Él en el mismo instante que la encendedora quemaba los primeros milímetros del cigarrillo especial.

Lo que nunca supo Él, después que la Otras se marchó un sábado en la tarde, es que tendría que lidiar con ver a la Ausente un sábado en la noche, con Ella durante la semana y que con la Otra no pasaría más que uno de los tantos encuentros casuales que el se jacta de decir, mientras escribe estas palabras, que esta harto de tener.

Comentarios

Guido dijo…
Este cuento parece una película de David Lynch.

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