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En la palestra pública


Él no sabía lo que pasaba, nunca había visto tantas luces de cámaras fotográficas, pensó en sonreir un poco por sentirse como una estrella de cine, pero sabía que no era prudente, no estaba allí por ser una estrella sino por otra cosa.

Una masa de personas frente a él levantaban las manos alborotados, cada uno peleando una oportunidad para hacer una pregunta. - ¿Quienes son to´ eto loco y que coño le pasa a ello? - se pregunta él mientras una moderadora le da la oportunidad a una de las manos flotantes.

-¿Qué pasaría si llegan a un sitio y no hay nada escrito para ustedes?- pregunta una silueta que por la voz reconoce que es un hombre pero que todas las luces no lo dejan ver.

Bueno - con la voz un poco titubeante continúa - que se la “vandeen” allá en la oficina eso no es culpa mía.


“¿Vandeen? ¿qué es vandeen?” - pregunta otro sin esperar su turno.


Eso es cuando uno se la busca, que resuelvan como pueda - dice Él, “el muy inteligente”.


Las masas cada vez piden con lo que parece un millar de manos levantadas la oportunidad para continuar haciendo preguntas a este individuo que no entiende que hace en esta situación.

- ¿No le parece a usted mejor, escuchar lo que tiene que decir una persona antes de preguntarle lo mismo? - pregunta otro, este un poco más directo que el anterior.


-Lo que pasa es que le hablan a demasiada gente entonces uno no entiende, además a uno no le interesa todo lo que dicen- responde Él ahora con más seguridad - próxima pregunta.


La moderadora le pasa la palabra a un periodista que, siendo el más tranquilo del grupo, se encontraba desde el primer momento sin bajar la mano. Usted, pregunte - le pide la moderadora.

¿Es inevitable para usted esperar terminar su trabajo antes de comer? 


Ya el aire de “sabelotodo” y de seguridad se habían hecho de Él y como si fuera obligatorio hacer énfasis en la respuesta que le seguía se levantó, apuntó con el dedo a quién parece haber osado hacer tan disparatada pregunta y le dijo:


¿Qué lo que tu quiere, que se enfríe la vaina?


Inmediatamente las manos cesaron de tratar de alcanzar el aire y solo se oía los trazos del lapiz sobre las notas que llevan los periodistas en sus bolsillos. Solo destellaban algunos “flashes” y Él no lograba percatarse que todas las cámaras de video ahora se daban el placer de devorar lo más intimo de su rostro.


Él....él era un periodista dominicano.


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