Desde de temprano me desayuno con letras, para calmar las tenciones que me ofrecen las primeras horas de la mañana, trato de evitar las “mismas vainas” que presenta la prensa pero siempre me atrapa.
Me pierdo en los escritos de Joan y en la catarsis de Alexei, me deleito del sabor del Chef y busco refugio en las anécdotas de Cheluca, en lo que tomo aliento después de que el día conspira con mi “tranquilidad” me transporto a las ocurrencias de REL y de Manuel para luego sentir las transpiraciones de Bebel y Álvida.
La música se confunde entre Rock y Trova mientras un llanto interno espera con ansía otro espacio que me transporte a un lugar lejano y me siento afortunado porque me doy cuenta que puedo ver la Luna a cualquier hora del día.
Un aguacerito encantador ha llegado a mí últimamente y para no mojarme tanto busco techo en el laberinto de Damián y así voy creando más respiro que asfixia.
Caminando por espinas, prendo un cigarro y pido un deseo, y me llega la pesadilla realidad de las atrocidades de que es víctima la imagen del Che y tengo que volver a transportarme para no perderme en este purgatorio. Sin embargo no me precipito porque los portales no están lejos.
Silvio canta y Coltrane toca, Metallica retumba y pienso en un fugitivo que anda por Alemania en lo que The Killers me recuerda a un inseparable hermano que trata de descifrar España.
Y entonces recuerdo, aunque mi memoria no es más perfecta que la de Bebel (tal vez un chin más) y me bautizó con par de botellas de la Quintana mientras converso con lo que fuera una antigua peña.
Respiro, respiro quieto, y encuentro un personaje para nada carabelita, para sentarme tranquilo a imaginarme a la Marques Alyohara (sin lo sádico).
Para huir de los demonios que insisten en destruir mi joven andanza, doy la vuelta a la esquina y me posó en un rincón, que aunque un poco polvoriento logra brindarme siempre una tranquilidad.
Entonces suenan Ramón Orlando y los merenguitos de los 80’s, y el deseo de bailar apretado logra que esquive las dagas que lanzan los jefes.
Y creó en el cine, me olvido de que es un mundo orquestrado y lo vivo, igual que las letras de los dioses de la pluma que me llenan de animo y puncho las teclas y apoyo el lápiz hasta que no pueda levantarlo más.
Y escribo de más (sorry Chelu), y escribo de menos.
Suena Chris Cornell en todas sus vertientes (solo, Soundgarden, Audioslave), Alice in Chains, Drexler y Serrano.
Y así resuelvo el “placer” de vivir en un putrefacto mundo que busca acabar con lo que convive en él, un mundo despiadado, desconsolador y tétrico que no lo cambiaría por nada del mundo por todo lo que he mencionado anteriormente (algunas cosas se han quedado pero no son menos importantes) y claro los besos, las caricias y las noches de camas acompañadas que convierten al mundo en un cuadro espectacular.
Me pierdo en los escritos de Joan y en la catarsis de Alexei, me deleito del sabor del Chef y busco refugio en las anécdotas de Cheluca, en lo que tomo aliento después de que el día conspira con mi “tranquilidad” me transporto a las ocurrencias de REL y de Manuel para luego sentir las transpiraciones de Bebel y Álvida.
La música se confunde entre Rock y Trova mientras un llanto interno espera con ansía otro espacio que me transporte a un lugar lejano y me siento afortunado porque me doy cuenta que puedo ver la Luna a cualquier hora del día.
Un aguacerito encantador ha llegado a mí últimamente y para no mojarme tanto busco techo en el laberinto de Damián y así voy creando más respiro que asfixia.
Caminando por espinas, prendo un cigarro y pido un deseo, y me llega la pesadilla realidad de las atrocidades de que es víctima la imagen del Che y tengo que volver a transportarme para no perderme en este purgatorio. Sin embargo no me precipito porque los portales no están lejos.
Silvio canta y Coltrane toca, Metallica retumba y pienso en un fugitivo que anda por Alemania en lo que The Killers me recuerda a un inseparable hermano que trata de descifrar España.
Y entonces recuerdo, aunque mi memoria no es más perfecta que la de Bebel (tal vez un chin más) y me bautizó con par de botellas de la Quintana mientras converso con lo que fuera una antigua peña.
Respiro, respiro quieto, y encuentro un personaje para nada carabelita, para sentarme tranquilo a imaginarme a la Marques Alyohara (sin lo sádico).
Para huir de los demonios que insisten en destruir mi joven andanza, doy la vuelta a la esquina y me posó en un rincón, que aunque un poco polvoriento logra brindarme siempre una tranquilidad.
Entonces suenan Ramón Orlando y los merenguitos de los 80’s, y el deseo de bailar apretado logra que esquive las dagas que lanzan los jefes.
Y creó en el cine, me olvido de que es un mundo orquestrado y lo vivo, igual que las letras de los dioses de la pluma que me llenan de animo y puncho las teclas y apoyo el lápiz hasta que no pueda levantarlo más.
Y escribo de más (sorry Chelu), y escribo de menos.
Suena Chris Cornell en todas sus vertientes (solo, Soundgarden, Audioslave), Alice in Chains, Drexler y Serrano.
Y así resuelvo el “placer” de vivir en un putrefacto mundo que busca acabar con lo que convive en él, un mundo despiadado, desconsolador y tétrico que no lo cambiaría por nada del mundo por todo lo que he mencionado anteriormente (algunas cosas se han quedado pero no son menos importantes) y claro los besos, las caricias y las noches de camas acompañadas que convierten al mundo en un cuadro espectacular.
Comentarios
besos mil desde mis luces...
Buena ruta para escapar.
Te seguimos.
pb
lamento mucho haber durado tanto en pasar por aqui!
que lindooooo ! :D
el diluviooo hehehehheh