Nadie sabía, supo y probablemente nunca sabrá que Soto, Rodríguez y Torres eran tres apellidos sin nombres que encerraban la misma persona. Esa persona era Juan Francisco, que sin apellidos se aventuró a vivir de la política sin contar de un cargo alguno.
Hace un año Juan Francisco, que en el momento no era Juan Francisco sino Soto, rebuscó en las entrañas de un partido populado blanco, en busca de una chiripa con el candidato a la presidencia de los blancos, un poco más joven que su rival la candidata pero todavía viejo y de rostro acabado, y la mano le fue mojada también que brinco de alegría mientras salía y festejaba con el titular de la contienda, esto significaba que su mano no volvería a estar seca.
Sin embargo Soto, que ya había pasado a Rodríguez, decidió darse una pasaita con los rojos para ver si le pasaba la misma suerte. En este caso la decisión no fue tan difícil, a leguas se veía donde podría encontrar la chiripa y se lanzó hacía ella.
En un “desfifarro” de moneda nacional, a Rodríguez (que contaba con un cambio de vestuario radical, de vestir jeans y t shirts, a camisa con pantalones de tela y chaqueta) se le aguaron los ojos cuando vio caer sobre sus manos, varias veces, el grandioso papel codiciado.
Y luego la celebración, bateando de 2-2 con los blancos y los rojos, esta vez celebró con whisky, dejando atrás las botellas de ron y moscatel, Rodríguez veía una luz esperanzadora en camino a adentrarse en la trayectoria púrpura.
Entonces con la estrella dorada firme en su frente, Rodríguez, que andaba esta vez de Torres, se lanzó otra vez en busca de la chiripa con uno de los dos candidatos (supuestamente había tres, como en todas las anteriores). Sin embargo aquí le tocó el gran reto de su falacia y voraz deseo de supervivencia.
Por nueva vez Torres fue exitoso en su conquista de dinero, ya no andaba en un carro de peligro de vida, andaba en un vehículo moderno de apenas tres años de vida, limpiecito y bonitillo, pero falló en su selección de personalidad; el que más rápido le mojo las manos, fue el contendor que cayó a la lona más allá del conteo de diez.
Preocupado por no contar con el tercer hit de la temporada, Torres encontró, a lo Calié, una forma de brincar bandos, y así denunciando a un compañero como precursor de una frase que destacaba entre otras cosas el “ahora”, se ofícialo con un futuro rey de la selva y para estas alturas, ya las manos no le eran suficientes para cargar lo que venía, aprendió entonces a cargar con sobres.
Un año después, Juan Francisco tenía tres jeepetas diferentes, tres cuartos diferentes y a veces se sentía que era la bandera de Francia, lo único que con el color morado en vez del azul.
Era luego de esperarse ver como Soto, Rodríguez y Torres, hondeaban banderas por diferentes lugares del país sin ser nunca descubierto el hecho de Juan Francisco vivía dentro de ellos. Ya para estas alturas, se vislumbraba un pedacito de tierra en Romana (no en La Romana) y los encuentros en Cap Cana se veían cada vez más cercanos.
Mudado en Arroyo Hondo, en una casa que le toma media hora recorrerla, Juan Francisco salió un 16 de mayo a “visitar” su antiguo barrio. En un mar de gente y de filas interminables, a Juan Francisco se le veía contento volver a la fila por una segunda y tercera vez hasta que un antiguo compadre lo reconoció se le acercó y le dijo:
- Juan Francisco, compadre, ¿donde e que ute ta metio?
- Por ahí compadre tranquilo
- La verdad es que la gente depue que e rica se olvida
- Que va compadre, haciendo par de cositas por ahí
- Una pregunta compadre, ute ta picando en la Junta que lo he visto hacer la fila par de veces, ese trabajito ta como pendejo.
- No compadre que va, no es con la Junta que ando trabajando, eso si, lo único que le digo compadre es que si sale un Triunvirato yo me hago multimillonario.
Hace un año Juan Francisco, que en el momento no era Juan Francisco sino Soto, rebuscó en las entrañas de un partido populado blanco, en busca de una chiripa con el candidato a la presidencia de los blancos, un poco más joven que su rival la candidata pero todavía viejo y de rostro acabado, y la mano le fue mojada también que brinco de alegría mientras salía y festejaba con el titular de la contienda, esto significaba que su mano no volvería a estar seca.
Sin embargo Soto, que ya había pasado a Rodríguez, decidió darse una pasaita con los rojos para ver si le pasaba la misma suerte. En este caso la decisión no fue tan difícil, a leguas se veía donde podría encontrar la chiripa y se lanzó hacía ella.
En un “desfifarro” de moneda nacional, a Rodríguez (que contaba con un cambio de vestuario radical, de vestir jeans y t shirts, a camisa con pantalones de tela y chaqueta) se le aguaron los ojos cuando vio caer sobre sus manos, varias veces, el grandioso papel codiciado.
Y luego la celebración, bateando de 2-2 con los blancos y los rojos, esta vez celebró con whisky, dejando atrás las botellas de ron y moscatel, Rodríguez veía una luz esperanzadora en camino a adentrarse en la trayectoria púrpura.
Entonces con la estrella dorada firme en su frente, Rodríguez, que andaba esta vez de Torres, se lanzó otra vez en busca de la chiripa con uno de los dos candidatos (supuestamente había tres, como en todas las anteriores). Sin embargo aquí le tocó el gran reto de su falacia y voraz deseo de supervivencia.
Por nueva vez Torres fue exitoso en su conquista de dinero, ya no andaba en un carro de peligro de vida, andaba en un vehículo moderno de apenas tres años de vida, limpiecito y bonitillo, pero falló en su selección de personalidad; el que más rápido le mojo las manos, fue el contendor que cayó a la lona más allá del conteo de diez.
Preocupado por no contar con el tercer hit de la temporada, Torres encontró, a lo Calié, una forma de brincar bandos, y así denunciando a un compañero como precursor de una frase que destacaba entre otras cosas el “ahora”, se ofícialo con un futuro rey de la selva y para estas alturas, ya las manos no le eran suficientes para cargar lo que venía, aprendió entonces a cargar con sobres.
Un año después, Juan Francisco tenía tres jeepetas diferentes, tres cuartos diferentes y a veces se sentía que era la bandera de Francia, lo único que con el color morado en vez del azul.
Era luego de esperarse ver como Soto, Rodríguez y Torres, hondeaban banderas por diferentes lugares del país sin ser nunca descubierto el hecho de Juan Francisco vivía dentro de ellos. Ya para estas alturas, se vislumbraba un pedacito de tierra en Romana (no en La Romana) y los encuentros en Cap Cana se veían cada vez más cercanos.
Mudado en Arroyo Hondo, en una casa que le toma media hora recorrerla, Juan Francisco salió un 16 de mayo a “visitar” su antiguo barrio. En un mar de gente y de filas interminables, a Juan Francisco se le veía contento volver a la fila por una segunda y tercera vez hasta que un antiguo compadre lo reconoció se le acercó y le dijo:
- Juan Francisco, compadre, ¿donde e que ute ta metio?
- Por ahí compadre tranquilo
- La verdad es que la gente depue que e rica se olvida
- Que va compadre, haciendo par de cositas por ahí
- Una pregunta compadre, ute ta picando en la Junta que lo he visto hacer la fila par de veces, ese trabajito ta como pendejo.
- No compadre que va, no es con la Junta que ando trabajando, eso si, lo único que le digo compadre es que si sale un Triunvirato yo me hago multimillonario.
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MANOLIN