Tomando en cuenta el comentario que me dejara Argénida en el post “Testigo de uno mismo” donde decía: “Qué seria del mundo sin èl! Magnifico, simplemente”; el mini homenaje realizado a Benedetti por unos cuantos bohemios se caía por si solo de la mata.
Por lógica, la premisa del homenaje era una locura. Un día tan caluroso, con amenaza de lluvia, en una casa famosa por tener complejo de horno y encima de eso que lo hiciéramos con vino, había que andar mal de la cabeza, pero al final del día, se dio y se dio a más; no andábamos muy cuerdos después de todo.
La verdad, nos tomó unas horas y varias botellas de vino comenzar el despliegue de palabras Beneditteadas (si me permiten el término) pero una vez que comenzamos, nos peleábamos el derecho a la palabra como horas antes batallábamos por un bocado de picadera.
Como era de esperarse, comenzó “El amor, las mujeres y la vida” (el más visitado de la noche) navegándose en versos que concluidos uno detrás de otro eran amenizados por entonaciones musicales, todas “acordes” al Benedetti leído, que le dieron un toque peculiar y gracioso a la noche bohemia.
“Para no sucumbir
ante la tentanción
del precipio
el mejor tratamiento
es el fornicio”
Con Benedetti la noche sirvió para destapar culpas ajenas, declaraciones, anécdotas, deseos encontrados y demás discusiones que propiciaba el ánimo dejado por un concierto de Jorge Drexler semi-ignorado. Entonces caían de “Canciones del que no canta” y “El mundo que respiro”.
“De joven eres fuerte en grupo; de viejo, en soledad”
“el mundo que respiro
tiene quejas de mártires
mensajes de suicidas
explosiones de júbilo
y no obstante no obstante
vivo porque respiro”
Sin darnos cuenta, un poco de auto convencimiento cómplice, caía la tan variada “raza” de vinos tintos, que hacían a algunos “sufrir” más que otros. Y llegaban “El porvenir de mi pasado” y partes de “Insomnios y duermevelas” incrustados gracias al “copy-paste” en un documento de Word.
“En un platillo de la balanza coloco mis odios; en el otro, mis amores. Y he llegado a la conclusión de que las cicatrices enseñan; las caricias, también”
“Que te quede bien claro
donde acaba tu boca
ahí empieza la mía!”
La noche, la exquisita y larga noche, cerró en narrativa; la carta de Alicia a Miguel, una joya de su primera novela “¿Quién de nosotros?” de 1953 provocó euforia dentro de la audiencia. “Triángulo Isósceles” siguió la narrativa que llegaba su final y en un momento final de narración el poco visitado “Buzón de tiempo” cerró la noche con su “Asalto en la noche”.
“En su botín de la noche, ¿no le interesa mi camisón?”
Luego de que los que andaban de pie se marcharán y se discutiera que animal se mataría para cocinarlo entre los pocos que quedaban, la noche termino muriendo “a la mexicana” entre tertulia de cine y una música que sonaba a lo fondo recordando todas las canciones ignoradas de la tarde y que son indispensable en cualquier “cateo” de vino se declame o no la obra de un grande.
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