La película está dirigida y co-escrita por personas muy importantes en mi vida. Pueden tomar cualquier comentario sobre ella con un grano de sal.
En los meses que siguieron al estreno de “Ramona”, de Victoria Linares, la directora se hizo una pregunta crucial: ¿Para quiénes se realizan las películas? La inquietud no sale de la nada, de hecho, es un pensamiento palpable que proviene de este, su segundo largometraje y que seguro la cineasta viene pensando desde su rodaje.
En una conversación dentro de la película, Linares y su actriz principal, Camila Santana, le preguntan a una de las chicas ¿quién cree ella que debería ser la protagonista de una película de ficción en donde el personaje principal sea una adolescente embarazada y proveniente de un barrio?
La joven reconoce la capacidad de una actriz de desdoblarse, pero destaca que es imposible interpretar con honestidad algo que no se ha vivido. Este es, tal vez, el principal razonamiento que pesa sobre la película.
“Ramona” inicia con una prueba de vestuario de Santana quién parece estar preparándose para interpretar un personaje en una película de ficción. La discusión entre la directora y la actriz, de si ella está o no clara de a quién interpreta, es el detonante que lleva a ambas a conocer, dialogar y dar visibilidad a un grupo de niñas, adolescentes y mujeres, que se embarazaron a muy temprana edad.
Así comienza un viaje en el que un filme, que dentro de la narrativa propia da entender que pretendía ser una ficción, se convierte en un retrato del embarazo infantil/adolescente presentado, sin asumir ninguna posición, por las mismas personas que están viviendo, o han vivido esa experiencia.
De esta manera, la película deja de ser exclusivamente de quiénes la gestaron y se convierte, también, en una película de quiénes están frente a cámara. "Ramona" hace un esfuerzo rara vez visto en el cine, y más en el denominado de "corte social", de darle un protagonismo palpable a sus personajes en el qué, en dado caso de que no puedan ver el resultado final, sean responsables reales de cómo contar sus propias historias.
Ramona” es un ejemplo de la fuerza que tiene la no-ficción en el cine y de como se reconoce a tiempo quiénes pueden, y deben contar mejor la historia. Es otro peldaño importantísimo de como el género continúa siendo el de más valor en nuestro país, y uno que debería tener mayor atención y apoyo por parte de las autoridades correspondientes.
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