“La guerra es lo que sucede cuando el lenguaje falla” - Margaret Atwood
“Prefieren, preferimos, llamarles héroes que ofrecerles una mejor vida” - parafraseo, leído por ahí muchas veces, y en diferentes lugares, estos días.
Rambo es un nombre asociado a la guerra cinematográfica, es uno de los personajes más icónicos encarnado por uno de los intérpretes estadounidenses más famosos de la historia, Sylvester Stallone. El nombre resuena en la deseada virilidad de los hombres que, o ya eran jóvenes adultos/adolescentes en la década de los ochenta y se entretuvieron entre tantas explosiones, o fue parte de esa educación viril en la década de los noventa cuando la voz, tal vez, de Ricardo Solans lo interpretaba a través de algún canal local.
Esa virilidad, esa asociación del nombre con la violencia, con el hombre ejército, viene desde 1985. Yo prefiero hablarles de lo que sucedió en 1982, de un Rambo casi ya desconocido, de una historia que cambió drásticamente en apenas tres años, de una de las principales críticas sociales hacia Estados Unidos que pudiese hacer el cine popular gringo en esa época. Yo prefiero hablar de “First Blood”.
“Los filmes de una hora y media son un arte perdido” diría un amigo y no hay mejor ejemplo que las películas de acción gringas que se convirtieron en estándar de la maquinaria hollywoodense en la década de los ochenta y noventa. “First Blood” dura una hora y 36 minutos, créditos incluidos, y logra comunicar de una manera popular (una historia de prejuicios, orgullo estadounidense y enfermedad mental) en casi la mitad del tiempo que se esmeran en durar las producciones populares actuales. Estoy viendo en tu dirección, subgénero de superhéroes.
Le toma casi dieciocho minutos para desarrollar la personalidad del protagonista, del antagonista y de las personas que, por la mayor parte de la película, se convierten en los principales obstáculos que Rambo (Sylvester Stallone) tiene que superar. Antes de la acción que tiende a esperar la audiencia masiva, el guión de Michael Kozoll, William Sackheim y el mismo Stallone, basado en la novela de David Morrell, y la dirección de Ted Kotcheff, desarrollan sus personajes principales y crean la empatía y el odio, o entendimiento, necesario para lo que sigue por la próxima hora haga sentido y logre la inmersión de la audiencia.
Aquí, “First Blood”, es un ejemplo de la profesionalidad en la labor cinematográfica que rara vez es encontrada en las producciones populares hoy en día. Kotcheff no es un nombre conocido y aunque esta primera “edición” de la figura cinematográfica de Rambo sea la menos conocida, igual sigue siendo más relevante que el nombre de su director. Igual también lo es “Weekend at Bernie’s”, una comedia de situación también dirigida por Kotcheff. Lo que me deja especulando que la labor de Kotcheff era una de encargo, considerando que en ninguna tiene créditos de escritor, y que, como cualquier profesional que se respete toma su profesión con muchísima rigurosidad aunque no cumpla con el sello “auteur” que regularmente buscamos los cinéfilos.
“First Blood” cumple, en términos de dirección, lo que regularmente se enseña en las escuelas. Bloqueo, planos de cobertura, puesta en escena. Junto a Andrew Lazlo (fotógrafo también de la reconocida “The Warriors” de Walter Hill) lograron la crudeza que acompaña perfectamente la historia. Una mezcla interesantísima del cine subversivo setentero, con el estándar de acción de industria que ya se venía convirtiendo en una norma bastante popular.
Ejemplos más claros de la profesionalidad de ambos a la hora de dirigir acción es la protección que logran tratando de esconder al doble que interpreta las escenas de acción de Stallone. El enfoque, los ya mencionados planos de cobertura, stunts específicos como levantar la motocicleta para que la cámara no viese el rostro. No necesariamente decisiones artísticas, pero si decisiones profesionales.
Esta labor de Kotcheff, junto con “Weekend at Bernie’s”, me recuerda a la labor de Bob Clark en dos filmes bastante diferentes: “A Christmas Story” y “Black Christmas”. Directores capaces de enfrentar géneros bastante diferentes, superando una estampa industrializada que hoy en días es muy difícil quebrantar. Estoy viendo de nuevo en la dirección de las múltiples similitudes en todas las producciones del subgénero de superhéroes.
Narrativamente, “First Blood” es un filme que de una manera sencilla y popular le presenta un espejo a Estados Unidos. Rambo es visto, luego de conocer de la muerte de un compañero que estaba supuesto a alojarlo cuando regresara de la guerra, como un pordiosero que puede dañar la imagen de un pequeño pueblo. Brian Dennehy, quién falleció lamentablemente el pasado 15 de abril, logra con la interpretación del comisario Teasle el orgullo ciego y lleno de prejuicio de la comunidad estadounidense. Un hombre tan convencido que está haciendo lo mejor para proteger a su pueblo que no ve la agresión que comete sin alguna provocación alguna.
Rambo libra su guerra ante un grupo de policías que más que recibirlo, lo tratan como el prisionero que fue durante la guerra de Vietnam, algo representado con algunas muy efectivas escenas de retrospectiva durante la represalia oficial en una comisaría (en los primeros dieciocho minutos), la acción explosiva encuentra su cierre en un monólogo extraordinario interpretado por Stallone en una comisaría ya destruida. La película va desde la posible prisión, que representa la tortura que Rambo recibiese en Vietnam, al bosque cercano como el campo de batalla y de regreso al pequeño pueblo, donde nuestro héroe no halla forma de parar su guerra en contra de las personas que, como héroe de guerra, defendía en el extranjero.
Stallone definitivamente nació para representar estos roles. Kotcheff supo claramente retratar el rostro del actor, que siempre me ha parecido una fuerza extraordinaria en pantalla, basta ver “Creed” para ver de lo que todavía es capaz el fortachón; y “First Blood” es tal vez el conjunto de situaciones que más definiría la naturaleza de los roles interpretados por él: el mejor para el trabajo, el sobreviviente. Me da hasta deseos de verlo protagonizar una película de Kathryn Bigelow.
La historia detrás de cámara narra que Rambo, en una final alterno de “First Blood”, se suicidaría luego de la catarsis que sufriera frente a su coronel Trautman (Richard Crenna), de ocurrir este suceso tal vez el nombre de Rambo no fuese uno tan popular e icónico dentro del cine popular de acción y no existiesen las cuatro películas siguientes. Como el nombre pasó de ser una crítica a un país que extrae la primera sangre de sus denominados héroes, a una figura fascista de la cultura gringa de meterse con todo el mundo y representar a todo extranjero de tierras estadounidense como los peores de los villanos.
Por lo que a mí respecta, el suicidio existió o la cadena perpetua. Ese John Rambo, ese boina verde, jamás volvió a existir.
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(Will)