
En noviembre de 2004 inicie mis molestias, vía correo, porque necesitaba escuchar o leer las opiniones de mis amigos y familiares sobre las pendejadas que dejaba caer sobre las hojas, de incio y tratando hacer honor a mi nombre, denomine mi pequeña columna vía Hotmail “Microscopio”.
Microscopio fue aquella magistral columna de Orlando Martínez periodista dominicano, tutor de mi viejo, por el cual llevo este nombre y quien fuera muerto a la edad de treinta años.
Este sábado pasado, 17 de marzo, se celebraron 32 años de la muerte de este icono del periodismo dominicano, quien se dio cuenta de la fuerza increíble de la palabra una fatídica noche de 1975.
Un 25 de febrero del año de su defunción Martinez había escrito un artículo en contra de las fuerzas militares que se encargaron de negarle la entrada al país a un Silvano Lora acabado de llegar unos días antes.
El último párrafo del artículo que fue causante de su futura muerte dictaba lo siguiente: “Si es inevitable que esta situación continúe, si es imposible evitar actos indignantes y miserables como el que presencie el domingo en el aeropuerto, ¿Por qué, doctor Balaguer, no se decide usted a subirse en el avión o en el barco y a desaparecer definitivamente de este país junto a todos lo que anteriormente he mencionado?”
Martinez admitió la rudeza de su pluma a sus amigos más cercanos alegando que no lo pudo evitar después de presenciar el hecho que evitó que Silvano Lora pisará más allá del aeropuerto en tierras dominicanas.
Este sin número de hechos de firma Orlando Martinez pesan cada vez en mi pluma novata que intenta sobrevivir al hecho de que me llame Orlando y persiga la carrera de periodismo, de que intenté hacer honor a Microscopio pero no podía y que intento día a día acercarme un poquito con Crítico Bohemio.
Orlando fue silenciado en un mundo donde no se podía hablar y él lo hacia, y de que formas lo honramos a él y todos sus compañeros que como él perecieron por su pluma y su boca, doblegándonos a leyes y chapucerías del gobierno y de los “dueños del país”.
La opinión pública y las letras “dagas” de aquellos tiempos fueron una fuerza indestructible, hoy en día solo evitamos que el nombre de una provincia fuera cambiado por un simple “lambonismo”, podemos hacer un cambio, el pueblo tiene más fuerza que cualquier gobierno, somos nosotros que los elegimos, necesitamos demostrarle que todavía estamos aquí. Justicia al tocayo que bastante pesa sobre mi espalda.
A Orlando: cuya pluma vertical e indomable fue silenciada a tiros en el año 1975.
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