
Hora pico, es imposible creer que hay tantos carros en el mundo, y los modernos y caro que son, y eso que estamos en crisis, cuando salgo a visitar el caluroso pavimento reflexiono sobre mi situación, seré yo el único que estoy jodido (yo sé que no) pero tantas naves en la autopistas me hacen pensar eso (por cierto por donde andará la mía, tengo que resolver eso).
El jeepeton parado en la esquina con las luces intermitentes impide que vea el flujo del tránsito bien, el 50% del trayecto al otro lado tendré que hacerlo semi-ciego si este hijo de puta no se mueve.
Antes de poner el pie sobre el pavimento que daría comienzo a la marcha hacía la mitad de la calle, el bocinazo me friquea y me abalanzo hacía atrás. Podría esperarse que fuera unos cartones animados, pero no, no venía nadie tan cerca fue el desgraciado del jeepeton que finalmente decidió moverse.
Ya con la vista clara emprendo la marcha, el ejercito de carro esta a una distancia prudente, cruzando la vía viene en la misma proeza pero en destino contrario una moreno que deja perplejo, el giro de la cabeza evitó que viera la cercanía del carro que venía en el último carril antes de la mitad de la autopista.
El frenón fue tal que el vientecito de la presión me despeinó, con la sorpresa me quedé paralizado hasta que el mismo carro me tiró al suelo cuando el que venía detrás de él le dio un leve choque porque no pudo frenar a tiempo.
Sacudiéndome la impresión de haber sido chocado (por así decirlo), me levantó con leves dolores en la rodillas para recibir un porrazo a palma abierta del conductor acompañado de un “Muchacho el diablo ¿tu te quiere morí e?”
Confirmado que no le paso nada a ninguno de los vehículo o los conductores, el único que sufrió trauma post-accidente fui yo, pero como suertudo y causante a nadie le daba un carajo, descanso un tanto en la mitad de la autopista y me alegro que para cruzar la vía de retorno no tendré tanto problema pues están todos amontonados en un largo tapón.
A mitad de camino, el maldito motorista, que quiere pasar por yo no se donde, termina literalmente abrazo conmigo en el pavimento, el motor claro, se anota una mica de un carro que por suerte no son las naves de ensueño, pero como quiera, carro es carro.
Mientras me reviso para ver si no se me ha caído una costilla (porque se siente como que se hubiera caído alguno) le pregunto al desgraciado del motorista si esta bien (realmente hubiera querido que se matara) en lo que el dueño del vehículo mal dice el día en que salió a la calle para encontrarse con tal desgracia.
El tránsito se comienza a mover (que puta suerte) y quedamos, un motorista, un peatón y un dueño de carro, los tres enfogonados por el accidente ocurrido, el problema es que mientras trato de mantenerme tranquilo el del carro me grita “Tu no te quiere, aprende a cruza la calle” (coño el de la barrabasada fue el motorita, el maldito tránsito estaba parado).
El pleito de palabras, indistinto por las bocinas de los carros que pasaban, término en que el motorista y el dueño del carro fueran a resolver lo del accidente, pero entonces querían que yo fuera con ellos, a lo que no acepte y los mande a los dos para el carajo.
Entonces, entre malabarismo, dame un chance y mano levantada en señal de alto, llegó vivo a la acera del otro lado, pero con la odisea vivida, no se a que coño crucé.
El jeepeton parado en la esquina con las luces intermitentes impide que vea el flujo del tránsito bien, el 50% del trayecto al otro lado tendré que hacerlo semi-ciego si este hijo de puta no se mueve.
Antes de poner el pie sobre el pavimento que daría comienzo a la marcha hacía la mitad de la calle, el bocinazo me friquea y me abalanzo hacía atrás. Podría esperarse que fuera unos cartones animados, pero no, no venía nadie tan cerca fue el desgraciado del jeepeton que finalmente decidió moverse.
Ya con la vista clara emprendo la marcha, el ejercito de carro esta a una distancia prudente, cruzando la vía viene en la misma proeza pero en destino contrario una moreno que deja perplejo, el giro de la cabeza evitó que viera la cercanía del carro que venía en el último carril antes de la mitad de la autopista.
El frenón fue tal que el vientecito de la presión me despeinó, con la sorpresa me quedé paralizado hasta que el mismo carro me tiró al suelo cuando el que venía detrás de él le dio un leve choque porque no pudo frenar a tiempo.
Sacudiéndome la impresión de haber sido chocado (por así decirlo), me levantó con leves dolores en la rodillas para recibir un porrazo a palma abierta del conductor acompañado de un “Muchacho el diablo ¿tu te quiere morí e?”
Confirmado que no le paso nada a ninguno de los vehículo o los conductores, el único que sufrió trauma post-accidente fui yo, pero como suertudo y causante a nadie le daba un carajo, descanso un tanto en la mitad de la autopista y me alegro que para cruzar la vía de retorno no tendré tanto problema pues están todos amontonados en un largo tapón.
A mitad de camino, el maldito motorista, que quiere pasar por yo no se donde, termina literalmente abrazo conmigo en el pavimento, el motor claro, se anota una mica de un carro que por suerte no son las naves de ensueño, pero como quiera, carro es carro.
Mientras me reviso para ver si no se me ha caído una costilla (porque se siente como que se hubiera caído alguno) le pregunto al desgraciado del motorista si esta bien (realmente hubiera querido que se matara) en lo que el dueño del vehículo mal dice el día en que salió a la calle para encontrarse con tal desgracia.
El tránsito se comienza a mover (que puta suerte) y quedamos, un motorista, un peatón y un dueño de carro, los tres enfogonados por el accidente ocurrido, el problema es que mientras trato de mantenerme tranquilo el del carro me grita “Tu no te quiere, aprende a cruza la calle” (coño el de la barrabasada fue el motorita, el maldito tránsito estaba parado).
El pleito de palabras, indistinto por las bocinas de los carros que pasaban, término en que el motorista y el dueño del carro fueran a resolver lo del accidente, pero entonces querían que yo fuera con ellos, a lo que no acepte y los mande a los dos para el carajo.
Entonces, entre malabarismo, dame un chance y mano levantada en señal de alto, llegó vivo a la acera del otro lado, pero con la odisea vivida, no se a que coño crucé.
(Foto: Juego de Atari "Frogger" que consite en que la ranita cruce la calle)
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