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Crónica calurosa

La cama me quema la piel, el sol me abofetea la cara y ya no aguanto estar postrado en mi cama.

No me mortifico, puesto que en vez de ir a trabajar temprano, voy hacer unas diligencias en la universidad que me queda cerca, el calor azota.

Me estrujo la cara bajo el manantial del grifo que en nada ayuda al calor, me cepillo los dientes y procedo a disfrazarme con unos shorts y un t-shirt fresco para caminar, prácticamente por el infierno, con destino a la universidad.

Siento que el sol me está insultando cara a cara, la lupa que llevo de lentes no ayudan mucho, me arden como nunca los ojos, a penas puedo ver lo que estoy pagando y firmando en la caja del recinto escolar, pero nada de vuelta, por el infierno ficticio (aunque no tan ficticio), a casa para, ahora si, prepararme para llegar al trabajo.

Le doy vueltas a la idea de entrar en la ducha y bañarme, sitúo la ropa y los accesorios estratégicamente, cosa de que cuando salga del baño la transición de cambiarme y emprender el camino no sea tan larga para tratar de evitar un calor intenso.

En estas épocas la estrategia para evitar el calor es sencilla, no desesperarse. En un ambiente donde echarse agua no logra nada, que al ratito te estas quemando, debes ir paso paso y calmado para evitar sudar mucho, si aceleras el proceso puedes que termines más rápido pero sudarás mucho más.

Sigo dándole vueltas al asunto, en realidad me gustaría barajar el proceso de trabajar y todo eso, en la mañana es más fácil hace menos calor, en realidad hace mucho calor, pero no tanto (la contradicción es válida porque el calor se va intensificando al pasar las horas).

Me armó de valor y me sumerjo en el manantial momentáneo que me brinda la rica ducha, me seco despacio y camino con tranquilidad hacia la cama donde comienzo a vestirme.

Luego de la vestimenta, me armó de dos anillos, una pulserita, me aplicó un poco de perfume (para tratar de conseguir algún piropo) y el reloj lo dejo para después (imagínense si estoy tratando de evadir el calor no me voy a poner un reloj Fossil de leather que en ese momento lo que puede es quemarme la muñeca) y solicito los servicios de un taxi.

Me secó las gotas que se abren camino por mi frente y para completar el taxi llega pero sin aire acondicionado. Sigo con el plan de la calma para evitar el calor y me subo, saludo cordialmente al taxista y emprendemos caminos.

Evitando las palabrotas de los comunicadores de radio, nos vamos en musiquita y hablar porquería. Ahora me paso el pañuelo por el cuello.

Al entrar a la oficina, la suave brisa del aire acondicionado (riquísima y en el momento correcto) me avisa que puedo agregarle a mis accesorios diarios, el reloj anteriormente mencionado en mi muñeca izquierda.

Frente a mi escritorio analizo la mañana y me doy cuenta que es imposible evadir el calor, he sudado lo mismo que sudaría si hubiera tomado otra forma de sobrellevar mi día. Y entonces, mientras me recupero de este calor infernal, me llega una epifania: “Atravesé la mañana sin malasangres, relajado y calmado y me siento alegre (será por la bebidita del día anterior) y animado a pesar del endemoniado calor”.

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