Yo, como fiel fanático de la editora de SM para libros infantiles “El Barco de Vapor” creo poder crear una historia que atraiga un gran número de niños a leerla pero de repente el brío de la infancia dominicana choca con mis ideas y me hace preguntar: ¿será posible elaborar dicha historia?
Sentado en el suelo junto a un mar de niños, los oía corear las bachatas y los reguetones, canciones con letras no muy aptas para ellos, y pensé si historias maravillosas o anécdotas simples pero encantadoras como esas que llenaban mis ojos pertenecientes a la “Serie Naranja” lograran ese mismo efectos con los muchachos de ahora.
Porque son esos niños, los que están supuestos a no leer más allá de la “Serie Azul” que es a partir de los siete años, y que todavía no pueden leer la “Serie Naranja” que es a partir de los nueve años, los que coreaban esas canciones a mis espaldas y me decían: “A mi no me vengas con historias de campamentos y amigos imaginarios que yo no cojo esa”. Al voltear mi cabeza me di cuenta que estaba perdiendo la cordura.
Son ellos los que han decidido no imaginar, y escribir para niños sin imaginación (que frase tan fúnebre) es escribir simplemente para el goce propio y del de aquellos que anhelaron en algún momento de su adultez no haber crecido nunca (culpable).
Entonces aquí me quedo, tratando de crear un Capitán Garrapata o un Maese Zamaor para una infancia de mi país que tal vez lo aborrezca o de repente, en algún rinconcito, un pequeño cruce unas páginas de un libro vestido de blanco, azul, naranja o rojo, que tenga mi firma en la portada y me de el permiso que hace tanto busco de contar historias increíbles, de esas que me permitían contar cuando niño.
No hace tanto tiempo de eso, pero se asemeja a una eternidad transcurrida. ¡Qué vuelen las historias increíbles, puesto que las necesitamos hoy más que nunca!
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