
Son incontables las veces que utilice este verso a los oídos de una colegiala cuando me encontraba cursando el bachiller, así como muchos declaraba que esas palabras de Benedetti eran todas mías, y nunca tuve la mala suerte de que me descubrieran.
Si bien vale decir, que más que Neruda o que Bécquer, Benedetti ha sido utilizado para cortejar a mucho más damas, la sociedad latinoamericana es prueba de ellos, y todavía en este nuevo siglo, el escritor uruguayo puede ser cómplices de nuestras travesuras amorosas.
Sin embargo, el Mario de la mirada nostálgica y a la vez divertida, no es solo un escritor de pasados o futuros amores, el pesar de una vida extensa se sienten en sus versos, en sus historias, sus buzones de tiempo, sus andamios, borras de café.
“Siempre me entristecen los adioses
asi fueran de santos o de crápulas
alguna vez yo los abandonaba
otras veces me abandonaban ellos
en pleno corazón tengo un catálogo
de lo que allí pasaron una noche
de los que hicieron cola de aburridos
de los que en el amor se conmovieron
las despedidas saben a burbujas
que apenas duran ¡sólo las usamos
como una desazón efervescente
que emigra con los pajaros que emigran
que pena! de las manos que he adiestrado
sólo una sabe decir adiós
y me presta su ayuda si me alejo
de tus ojos tus pechos y tus labios.”
Su último libro, “Testigo de uno mismo” viene a acoger una añoranza que sufre el escritor por la pérdida de Luz López, su compañera de vida, que hace ya un año dejo de existir. Bendetti, en mi sondeo relecturas, es uno de esos autores, al igual que Millás, Borges, que cualquier noche puedo decir, hoy quiero leer un corto de cualquiera de ellos, y entre música y una habitación desolada envolverme en el mundo que ellos saben mostrar. Pero en esto Benedetti es el profesional.
Los repasos de Buzón de Tiempo, Despistes y Franquezas, Insomnio y Duermevelas, son obligados una que otra noche. Y es qué Mario es el acompañante predilecto andes de regocijo o de nostalgia, el tiene algo para cada cosa.
“Qué podré abrir con esta llave/ el alma de un atávico indigente/ el portón enrejado de una empresa/ el corazón de una mujer insomne/ (...) podré con esta llave entrar en los amores del crepúsculo/ Ojalá amemos sin bochorno/ Ojalá amemos/ Ojalá/”
Y para terminar, parafraseando la nota de la puesta en circulación de su último libro por la BBC. La tristeza es evidente en un autor que ha estado aquejado por la salud en el último año y ese pesar que le dificulta evocar sus propios versos sin de vez en cuando solicitar una bocanada de aire le dan ese toque de tristeza extrema que encierra uno de sus últimos versos:
“Yo quisiera mirarte/ conocerte/ como te conocí cuando vivías/ y me mirabas con miradas mías/ y yo gozaba de mi buena suerte/ (...) A esta altura es muy poco lo que espero/ Pero prosigo con tu muerte a cuestas/.”
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