Luego que el cielo gris cesara su casi eterno llanto, todos los caminos dirigían al Teatro Nacional a presenciar uno de los más grandes cantautores de nuestra época, Pedro Guerra.
Javier Celado, junto a dos excelentes guitarristas, Fernando Capeans y Karel Kalaf, dieron inicio a una magnifica noche de poesías cantadas y sentimientos encontrados, para luego presenciar, como si entrara al cuarto de su casa, a la banda y al dueño de la noche, guitarra en mano, adornados todos de Converse “Chuck Taylors” verdes, entonando “Humo” para el deleite de un público que se entrego desde las primeras melodías que provinieron de cada instrumento.
Desde la fila K, costado izquierdo, presenciaba como, después de un saludo cordial y sencillo, paseaba Guerra por “Quisiera saber” y “Siete puertas” para luego presentar a su pianista, un maestro en lo que a mi respeta.
El quebranto avisaba dentro de mí pero no se hacía sentir a flor de piel. Pero eso duró poco, la cuarta canción “Gente sola” ya hacía de mí lo que aquí conocemos una mierda de hombre.
Era encantador ver como, con su cara de eterno niño a pesar de sus 42 años, bromeaba con suma tranquilidad sobre los conflictos de la adolescencia y los deseos de su hija de 14 años de perforarse “alguna” parte del cuerpo dieron pasos a la canción de su último disco “Lara” dedicada a esa esencia libre homónima que es su hija.
Pedro comenzaba a entrar en su zona, y yo sentía que moría cada vez más desde mi asiento (todo esto a causa de una historia alterna que alberga mi mascota de pinceladas prohibidas) y cayeron “El marido de la peluquera”, “Se enamoro de un rio” y “Debajo del puente”.
Luego de “Raiz”, el maestro reveló la razón de la canción 5,000 años, canción inspirada por el descubrimiento de dos esqueletos abrazados encontrados bajo tierra que datan exactamente más de 5,000 años. Una historia de amor que no hacía más que devastarme un poco más.
Empero, no era la intención de Pedro dejarnos descansar, un torrente llegó con “Quiere”, “El aire en que no estas”, “Deseo”, “Pasa” (una canción que podría ser tomada como crítica al lugar donde se presenció este majestuoso concierto) “Niño”, “Jamás” y “Contra el poder”.
Luego, como si fuera algo que se hubiese ensañado con la compra de la taquilla, el cantante español entonó “Miedo”, “miedo que da miedo del miedo que da” era entonado a lo largo del teatro como si fuéramos coristas de la banda del cantante canario.
Era hora de “cerrar” el concierto, y que mejor canción que “Contamíname” (que hace rato la venía pidiendo) para otorgarle la primera despedida.
Volvió con más brío, ya a mi no me quedaban fuerzas, y arremetió con “Corazón enfadado” y “Otra forma de sentir” para volver a marcharse a la parte trasera del escenario.
¿Volverá? Pues si, regreso con un tercer aire, solicitando ayuda al público porque la letra de la canción que vendría no la tenía a mano, y era una solicitud que venían haciéndole, complació con “Dibujos animados” y yo pensando en mi posible “Luz, mi corazón, mi pajarita, mi crayon”.
“Daniela” pedida a coro por el teatro comenzaba a concluir una noche mágica que el decidió despedir con la canción dedicada a su nuevo hijo, y así, “Cuando Pedro llegó” nos dejo en la boca deseos y sentimientos que un bohemio y solitario como yo tenía que compartir con un trago.
Pedro: me quedaste debiendo “Niña” y “Madurar el amor” pero no creo que las casi treinta canciones (27 en total) puedan ser igualadas.
Yo solo sé que ando extasiado y destruido, y espero que cuando consiga mis Converse verdes se me pase, aunque sea un chin.
Comentarios
Pd. Escribes muy bonito!
Jenny (amiga de Nilka)
lamento que su versión de los hechos acontecidos a causa de Pedro no haya sido publicada en los diarios nacionales. Yo, desde la fila S, también sentí que moría con cada canción.