¡Ya era hora! fue lo primero que llegó a mi cabeza cuando esperaba ya cerca de la puerta de abordaje en el Aeropuerto Las América.
Era hora de que saliera de la rutina, de que viajara por placer y no con motivo laboral, era hora de salir de mi país para poder extrañarlo, de ir a esa ciudad, a ese estado que tanto me seduce, de visitar un país tan odiado como amado, de buscar nuevas fuentes de inspiración.
“El mejor gobierno que ha pasado por aquí es el de Antonio Guzmán” fueron las palabras que hicieron que levantara la cabeza de mi cuadernillo para salir de mi reflexión personal y notar que uno de los pasajeros se dirigía específicamente a mí. “Ustedes seguro no lo van a saber porque son muy jóvenes, pero es verdad” – exclamó dirigiéndose a mí y a otro muchacho.
Desde este momento desee estar metido en el avión, pero una hora todavía faltaba una hora.
“Ese señor aquí dejo entrar todo los que tenían impedimento de entrada, y despidió a todos los que eran generales” – continuaba el fanático del gobierno perredeísta mientras que en otro lado, otro pana le decía a una doña que si se comía ese sándwich no se iba a poder parar de lo grande que era.
“Mi novia me lleva siempre sándwich parecidos pero mi esposa es que siempre se los come” – sin comentarios.
Abordando el avión fui el único agraciado que sacaron de la fila para revisarlo cual terrorista. Con un coat en las manos con mil bolsillos, tuve que abrirle uno por uno, además de sacar mi cámara, laptop, quitarme los tenis y ver como casi los rompe el gran HP. Pero por suerte había dejado mi nitroglicerina y demás utensilios bélicos y pude abordar el avión.
Sorprendentemente, luego de ver en las alturas un avión que nos acompañaba decidí sumirme en la música de los 80 que brindaba la aerolínea y caí rendido mientras miraba (sin escuchar) una que otra escena de “The Duchess”.
Mi felicidad no duró mucho, la azafata se torno maternal y entendió que era imprescindible que yo me comiera el “single-serving plate of shit” que te dan en los vuelos y decidió despertarme, la muy maldita. Sus dos “Im really sorry” fueron la respuesta al ver mi cara de “alegría” por su canto de gallo mañanero.
El sueño no lo volví a cojer, después de terminar con el “single – serving lunch”, “single serving butter” y “single serving bread” solo me quedaba leer y ver la tétrica nada por la ventana.
Era hora de que saliera de la rutina, de que viajara por placer y no con motivo laboral, era hora de salir de mi país para poder extrañarlo, de ir a esa ciudad, a ese estado que tanto me seduce, de visitar un país tan odiado como amado, de buscar nuevas fuentes de inspiración.
“El mejor gobierno que ha pasado por aquí es el de Antonio Guzmán” fueron las palabras que hicieron que levantara la cabeza de mi cuadernillo para salir de mi reflexión personal y notar que uno de los pasajeros se dirigía específicamente a mí. “Ustedes seguro no lo van a saber porque son muy jóvenes, pero es verdad” – exclamó dirigiéndose a mí y a otro muchacho.
Desde este momento desee estar metido en el avión, pero una hora todavía faltaba una hora.
“Ese señor aquí dejo entrar todo los que tenían impedimento de entrada, y despidió a todos los que eran generales” – continuaba el fanático del gobierno perredeísta mientras que en otro lado, otro pana le decía a una doña que si se comía ese sándwich no se iba a poder parar de lo grande que era.
“Mi novia me lleva siempre sándwich parecidos pero mi esposa es que siempre se los come” – sin comentarios.
Abordando el avión fui el único agraciado que sacaron de la fila para revisarlo cual terrorista. Con un coat en las manos con mil bolsillos, tuve que abrirle uno por uno, además de sacar mi cámara, laptop, quitarme los tenis y ver como casi los rompe el gran HP. Pero por suerte había dejado mi nitroglicerina y demás utensilios bélicos y pude abordar el avión.
Sorprendentemente, luego de ver en las alturas un avión que nos acompañaba decidí sumirme en la música de los 80 que brindaba la aerolínea y caí rendido mientras miraba (sin escuchar) una que otra escena de “The Duchess”.
Mi felicidad no duró mucho, la azafata se torno maternal y entendió que era imprescindible que yo me comiera el “single-serving plate of shit” que te dan en los vuelos y decidió despertarme, la muy maldita. Sus dos “Im really sorry” fueron la respuesta al ver mi cara de “alegría” por su canto de gallo mañanero.
El sueño no lo volví a cojer, después de terminar con el “single – serving lunch”, “single serving butter” y “single serving bread” solo me quedaba leer y ver la tétrica nada por la ventana.
Mi primera experiencia fue que al salir a la misma velocidad de los cientos de personas, me encontré con un compañero de vicio en las afueras del aeropuerto. Mientras esperaba que vinieran a recoger, hablando entre dientes le pedí fuego al compañero, que con cara de sorpresa me prendía el cigarro al mismo momento que me decía “Aren´t you cold?”. Removiéndome el cigarro de la boca para expulsar la primera bocanada entendí que no sentía mis manos y que solo un hoodie cubría mi cuerpo, el abrigo lo tenía encima del carrito todavía. ¡Plop!
¡Que manera de comenzar a lidiar con el frío! ¡You dumbass!
Comentarios
Apuesto peso a morisqueta que no es la primera vez que serás "el elgido" para cateo, tiene un "físico sospechoso"...
Cuídese y abríguese,