Cuando abrí la puerta del edificio, lo primero que te golpea en la cara es el permanente “sol de las 12” que tenemos en el país; ese foco sádico que lo que quiere es consumir cada onza de agua que uno lleva dentro. Entonce, ahí es que uno comienza analizar el trayecto a recorrer y su destino. Después de la merecida gallera que “el rubio” me otorgo, subí de nuevo para cambiarme la vestimenta que llevaba puesta: unos jeans y un tshirt negro; por una más suave: unos cargos cortos y un tshirt gris. Como nada se le puede ocultar al discípulo de Apolo, el azote fue aún más fuerte cuando volví a pisar la calle. Hace pocos meses que me mudé, del 7 ½ al 11 ½ de la Sánchez; en primera instancia el cambio no parecía tan grande, pero cuando tuve que recorrer la carretera Sánchez (o avenida Independencia) completa el golpe de realidad fue más duró de la cuenta y la verdad es que es bastante duro para un peatón tener que transitar obligatoriamente una de las calles que más odia, porque créanme la he...