Con doña Nidia tuve la cercanía que se tiene siempre con un amigo, esa relación a veces de amor/odio y se cariño no de un niño a una madre o viceversa sino de dos conocidos que deciden ser importantes uno con el otro dentro del fragmente de vida que les toco coincidir.
A mi doña Nidia me enseño que para educar se necesita amar de una manera increíble lo que uno hace y saber que uno tiene que entregarle una parte de uno a cada uno de sus estudiantes, que la creatividad proviene del corazón de un niño y que la forma de sacarselo es tocandole esa masa muscular que los libros dicen que guarda los sentimientos y eso solo se hace entregandose.
(...) Un día de octubre del 2005 una niña entregó un cuadro mucho más grande que lo establecido para el concurso de pintura precedido por Nidia Serra [no por la Primera Dama -OJO-] y mientras doña Nidia le explicaba a la madre el tamaño de como deber ser el trabajo yo me encargaba de decirle a la niña, hoja en mano, donde debía de pintar. En vez de llevarse su cuadro, la niña le pidió a doña Nidia que me lo diera a mí. Desde ese momento, y a pesar de las tantas veces que nos sacamos de quicio, supe que una gran persona estaba a mi lado. (...)
Yo la disfrute en vida mi querida amiga y mis recuerdos me permiten revivirla cada día. Las navidades ya no serán lo mismo, te perdono que te hayas escapado sin despedirte, un día de estos me la cobro.
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