
En compañia siempre de una copa de Pernod o cualquier vino francés a su alcance económico, Ernest Hemingway también cargaba con un Moleskine [una mascotita en donde llevaba cada uno de sus pensamientos y vivencias, una especie de diario] y algo con escribir mientras en las calles de París, en la década de 1920, compartía la expatriación de colegas estadounidenses en busca de inspiración e ideas frescas.
Todo aquél que se haya interesado un poco por la literatura y el deseo de escribir, París justo en esa década debe ser el espacio del tiempo soñado para estar y es donde Gil Pender, el nuevo alter ego de Woody Allen personificado por Owen Wilson, desea vivir para convertirse en un gran novelista y dejar atrás su paso de fiasco como guionista de Hollywood [aunque remunerado económicamente].
“Midnight in Paris” es todo lo que Hemingway expresaba en sus memorias sobre París que tres años después de su muerte fueron denominadas “A Moveable Feast” y que Allen utiliza cómo su paseo más nostálgico desde “Radio Days”.
Las declaraciones iniciales de Gil, sin nisiquiera verlo, nos explica de inmediato el personaje. Gil aparenta estar harto de donde vive y de lo que hace, tiene la oportunidad de vivir lo que más le gusta y solo tiene algo que lo detiene en frente a él, su esposa que en el primer cuadro de la película que aparece le dice: “estas enamorado de una ilusión” y el responde “estoy enamorado de ti”.
Gil trata de huir de su vida hollywoodense, su estado de guiones sin esencia y [aunque aún no lo sabemos] de su “preeettyyy seexyyy” prometida porque son las cosas que le recuerdan de lo cliché que se ha convertido y de como ha llegado a ser algo que desde su primer viaje a los 1920 sabemos con claridad no quería ser. Gil Pender es un personaje completo que ante nuestros ojos deja de creer en dos ilusiones que lo tenían preso. E ahí las dos fuerzas claves de una película de Woody Allen, personajes y trama.
Desde su montaje inicial [un intento de emular el majestuoso montaje de “Manhattan”] Allen revela que fuera de su natal New York es París que lleva un lejano pero importante segundo lugar. Todo el París de Allen es mágico, no solo el que presenta en los años [19]20 sino también el actual, fotografíada con una especia de brillo y limpieza que hace que la ciudad de las luces sea el lugar predilecto para ir no importa cual sea tu excusa de escapar. Empero, Allen no solo hace esto para embellecerte una ciudad que a él particularmente le gusta sino porque le da sentido a la resolución de su personaje; Gil necesita amar tanto el París actual como el París de Hemingway y Fitzgerald porque solo de esa forma puede aceptar dejar atrás esa parte de su ilusión claro que también influye que la chica que le atrae de principios del siglo pasado, Adriana, está igual de inconforme que él con el tiempo en el que vive a pesar de haber estado en una relación amorosa con las mentes más brillantes de las artes plásticas. “Wow you take art groupie to a whole another level” responde Gil Pender para el chiste de la década.
“Midnight in Paris” no se acerca por mucho a “The Purple Rose of Cairo” o a “Radio Days”, tal vez la edad ha hecho a Woody Allen más complaciente de la cuenta, lo ha hecho creer en lo que en toda su vida ha rechazado: los finales felices pero está es una entrega que se le notó cómo dejo volar su imaginación, lo divertido seguro que fue para él expresar su sentir de ese mundo maravilloso del que Hemingway duró toda su vida vanagloriandose, del amor de Scott por Zelda, de la genialidad de Gertrude Stein. Esta, su película número 41, es un festín en donde Allen toma de todas sus películas: todo lo que sucede con el pseudo intelectual Paul [Michael Sheen] es básicamente sacado de la escena de “Annie Hall” cuando Alvy Singer y Annie Hall esperan en la fila para ver la última película de Ingmar Bergman.
Allen no explica cómo Gil, a través de un taxi, se transporta de 2010 a 1920 y no necesita hacerlo tampoco, al igual cómo tampoco explica si es real o no lo que le sucede a su personaje. “Midnight in Paris” es mágica porque sí y es unade las mejores películas del autor neoyorquino en mucho tiempo; una de las mejores del año.
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