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Tu chofer/sindicalista te quiere

Cada día que me levanto me doy cuenta de lo malagrecidos que somos nosotros los ciudadanos. Temprano en la mañana, haciendole señas para que se detenga, veo como el transporte público decide detenerse varios metros más adelante y yo con desdén y molestia camino hasta él, sin tomar en cuenta su intención de hacerme romper la rutina de estar estático y de ponerme en movimiento.

Ignoro, en mi mundo completamente egoísta, como antes de las siete de la mañana y con un ánimo que no lo tiene cualquiera me retumba los oídos con los programas radiales, con mambo, dembow y/o música religiosa para educarme en varias áreas en el breve trayecto en el que estaremos juntos.

Yo, yoista al fin, me siento ensimismado y en el acto más puro de la negligencia olvido que con parte de mis nalgas al aire y mis manos postradas en el techo, no he tenido la decencia de pagarle lo que hasta ahora ha sido un servicio completo de entretenimiento y variada cultura. Mi actitud es tan descarada que le exijo la devolución del pago, a sabiendas de que a él no se le ha pagado con menudo.

En esa costumbre de pensar solo en mí mismo, olvido como nosotros los ciudadanos les faltamos el respeto cuando con el corazón en la mano deciden pelear por nosotros haciendo los paros. Y claro, como eternos malagrecidos, nos paramos en las aceras de las calles [como si no supiéramos nada] en una especie de protestas por quienes se sacrifican por nosotros.

Vergüenza debería darme al reprocharle cuando en un ataque de furia, por la injusticia cometida por un carro “pirata” [que intenta robarle la “comía”] detiene el tránsito medio a medio en hora pico por varios minutos. ¿Qué clase de ciudadano realmente soy cuando me molesta que tan cortés ser humano quiera estar más apegado a mí cuando me acomodo en el asiento de enfrente?

Es nuestra culpa, queridos ciudadanos, que en décadas el servicio no haya cambiado ni un chin y cada día esté más caro. Somos nosotros los culpables por ingratos y poco cordiales ante la amabilidad de tan atento servicio. Pero yo ya no, queridos ciudadanos, ya yo no estaré a oscuras. Mientras me sobo la frente después de un golpe con el vidrio ante semejante frenón, yo estaré allí [donde debería de estar siempre] junto a mis compañeros de verdad, porque ciudadanos, ese señor que ha traído a mi trabajo, ese grupo al que pertenece, me quiere ciudadano, me quiere de verdad.

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