Rubén Blades regresó contando historias, con propuestas sociales y un concierto mermado por el terrible sonido a RD
Pasaron diez años desde la última vez que el cantante panameño pisó territorio dominicano en el Palacio de los Deportes; en esta ocasión, en el pabellón de volleyball del Estadio Olímpico, Rubén Blades retomó sus historias, su preocupación social y su curiosidad musical eterna, mezclando el jazz, la salsa, el son y el big band junto a la banda de Roberto Delgado.
El inigualable bajo de “Plástico” inicia el concierto en esta ocasión. La canción es un vivo ejemplo de la capacidad literaria, y la preocupación social, del cantante. También es un claro ejemplo de lo poco que ha cambiado la situación para Latinoamérica y cómo, desde el 2020 cuando prometimos que saldríamos mejores, nos hemos cada vez convertido en peores versiones de nosotros mismos.
“Plástico” habla de esa superficialidad y ese individualismo que nos ha caracterizado, lamentablemente, como ciudadanos. La canción, escrita en 1978, es cada vez más notable en nuestra sociedad. Una prueba de la capacidad literaria de Blades, que se mantiene latente incluso más de cuarenta años de su origen.
Rubén fue equivocadamente llamado “el poeta de la salsa” en la promoción del concierto. Quiénes componen canciones son todas/os poetas; la diferencia de Rubén es que además cuenta historias atemporales. Tanto así que no sería descabellado pretender que el cantautor panameño pudiese ser galardonado con el premio Nobel de literatura, en la más humilde de mis opiniones. El cantautor estadounidense Bob Dylan lo ganó en 2016 “por haber creado una nueva expresión poética dentro de la tradición musical estadounidense”. En esa misma nota, la prosa y versos de Blades son más que suficiente para dicho premio, incluso más que Dylan. Blades no solo ha creado una nueva expresión poética en la tradición musical de su país, sino de todo un continente y toda una cultura.
“Oye latino, oye hermano, oye amigo
Nunca vendas tu destino por el oro ni la comodidad
Nunca descanses pues nos falta andar bastante
Vamos todos adelante para juntos terminar
Con la ignorancia que nos trae sugestionados
Con modelos importados que no son la solución”
Gabriel García Márquez definió a Rubén Blades como “un cronista que canta”. En su defensa al nobel de Dylan, Blades recordó una conversación que sostuvo con el escritor colombiano en donde el ya galardonado con el nobel destacaba que: “estaba de acuerdo con que la música popular era capaz de producir letras y argumentos de alto contenido y nivel literario.” Los elogios de Márquez por la canción no terminaron allí, declarando que lamenta no haber escrito “Pedro Navaja”, tal vez la canción más famosa de Rubén y una que el cantautor panameño describe, con muchísima razón, como un cuento corto.
Luego de “Plástico” Rubén aprovechó la bienvenida al público para también reconocer a la banda que lo acompaña, destacando el talento de cada uno de sus integrantes y aclarando que sin ellos detrás él no sería nada. “La palomilla”, como homenaje a Che Feliciano, da continuidad al concierto.
“Decisiones”, otra de sus canciones más populares, es también la más conocida en donde podemos encontrar la preocupación y curiosidad social del cantante. Rubén cuenta la historia de cómo la canción, de 1984, fue prohibida por la dictadura militar de Panamá por promover la promiscuidad.
Cada canción venía con la carta de presentación de un hombre de 75 años que no se ha cansado de contar historias. “Ahora tengo 75 años, seguro vuelvo cuando tenga 88” le promete al público. Oriundo de San Felipe en Ciudad de Panamá, Rubén bromea de que hay que cuidarse de los barrios que llevan el nombre de un santo. “Así como hay gente muy lindas, hay gente muy feas” comenta antes de enunciar los versos “cuidao en la calle, cuidao en la acera, cuidao en la calle, cuidao donde quiera.”
Uno de los puntos más cálidos de la noche fue cuando cantó “Todos Vuelven". La canción de Cesar Miró de 1984 estuvo adornada por una serie de artistas, en la pantalla de fondo, que han sido vitales en la vida de Rubén, en la cultura latinoamericana, y en la cultura dominicana. En uno de los momentos, Rubén voltea para encontrarse con la imagen de Celia en grande e inmediatamente exclama su nombre en el micrófono. La canción sirvió también para recordar, a través de fotografías, a: Johnny Pacheco, Luis Días, Luisito Martí, Joseito Mateo, Johnny Ventura entre otras luminarias del arte dominicano. “Hay que quitarse el sombrero por esos caballos” concluye Rubén.
“Todos vuelven a la tierra en que nacieron
Al embrujo incomparable de su sol
Todos vuelven al rincón de donde salieron
Donde acaso floreció más de un amor”
El artista repasó varios de sus clásicos que hicieron a la audiencia levantarse cada vez. “Amor y control”, dedicada a toda persona que ha tenido que lidiar con alguien en un hospital; “Ligia Elena”, “Paula C”, “El cantante”, que siempre ha servido para recordar su relación y colaboración con Héctor Lavoe; “Maestra Vida”, con la que recuerda a al productor de la Fania, Jon Fausty (que falleció el mismo día del concierto, 29 de septiembre, a sus 74 años). Aprovechó para destacar “Cuentas del alma”, una de sus canciones de las cuáles se debería hablar un poquito más.
El swing, la salsa instrumental de la big band de Roberto Delgado, el homenaje a Tito Puente y la ya representativa sirena policial que señaliza el inicio de “Pedro Navaja” cubrieron la tercera porción de un concierto que sobrepasó las dos horas y que sufrió, en demasía, de la horrible acústica y eco que ya es conocida de este pabellón. Es una pena que semejante artista, y su arte, se vean mayormente reducidos por la deficiencias del lugar donde se presentan.
A Rubén se le ve muy bien, aún mostrando las señales de su edad; y si su promesa es real, espero con ansías verlo a sus 88 años de nuevo en un mejor lugar. Su curiosidad artística se mantiene, mezclando swing y salsa, buscando nuevas maneras de expresarse. Sería excelente poder escuchar en vivo a su alter ego sonero Medoro Madera. De eso, probablemente, el tiempo será testigo.
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Will Adames