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Cocote [dir. Nelson Carlo de los Santos, 2018]

La crítica fue publicada en CineDominicano.net en 2017. Fecha del estreno de la película.

La venganza es un tema que se ha tratado numerosas veces en el cine (demasiadas para contarlas) pero nunca había sido utilizado como excusa para un estudio antropológico y un viaje sensorial sobre la idiosincrasia y la religiosidad de una cultura isleña como lo ha logrado Nelson Carlo de los Santos en “Cocote”. 

No solo el filme es un estudio de la diversidad de creencias y culturas que existen en el país, sino que además es una exploración de la sociedad dominicana, del machismo y el autoritarismo del país, representado con una irreverencia cinematográfica que rara vez vemos en el cine. 

De los Santos juega muy bien con la realidad y la ficción. Alberto [Vicente Santos] regresa a su pueblo para enterrar a su padre que ha sido asesinado. La religión de Alberto choca con la de su familia que lo hace partícipe de los ritos de nueve días a los que él hace tiempo ya ha renunciado. La familia también pretende obtener venganza por la muerte, pero a Alberto su religión le impide incurrir en la violencia. Esta es la excusa del director para borrar la frontera entre ficción y realidad. 

Mientras que la historia de Alberto y su familia es ficción, de los Santos utiliza la historia para adentrarse en los rezos y ritos que se le rinden a una persona que ha fallecido. Rituales que combinan la cultura africana con la religión católica, en eso que los antropólogos han venido a llamar sincretismo. Ritos reales retratados como espía por el director y la cámara del fotógrafo Roman Kasseroller. 

La realidad se mezcla con la ficción también con el uso de reportajes reales sobre culturas dominicanas como la muerte de Palomo, el chivo compañero de bebida; y el gallo que canta “Cristo viene”. 

La experiencia brindada por “Cocote” recuerda mucho al cine de la francesa Agnes Varda, del iraní Abbas Kiarostami, del portugues Miguel Gomes; quiénes han jugado con la realidad y la ficción en su cine a través del retrato social localista, siendo fiel a la cultura que retratan y utilizando no actores y actores profesionales. 

Es en este cine, cuya ruptura de la estética visual cinematográfica también presenta este filme, se vislumbra una especie de alegoría de los sueños y de la vida misma. De los Santos incluso recuerda al extraordinario documental “Araya” de Margot Benacerraf en su retratos en blanco y negro de un pueblo de pescadores. 

Otros filmes dominicanos también parecen haber jugado con la línea de lo ficticio y lo real. Al menos eso parece. “Caribbean Fantasy” y “Blanco” [de Johanné Gómez y Melvin Durán, respectivamente] hacen borrosa esta línea con la autenticidad de sus retratos. La diferencia que presenta “Cocote” ante estos ejemplos es que mientras, los realizadores locales e internacionales mencionados, van de la realidad a la ficción; de los Santos utiliza la ficción como camino a la realidad. 

Por esto es imposible entablar el filme en un solo género. “Cocote” juega con el documental, la ficción e incluso la comedia (o más bien el sentido del humor). Los diálogos son tan orgánicos que sirven como una perfecta descripción de una comunidad que rara vez ha sido retratada con semejante estudio y respeto en la gran pantalla. 

También son responsables de cargar con el principal peso narrativo. La conversación de Karina (Judith Rodríguez) y Alberto en la cama sobre la religión y los prejuicios está retratada como poesía en donde podemos ver el dolor y el conflicto que sienten ambos personajes con la frontera de la religión. Una mezcla de conversación y pensamientos que reflejan el cine de Terrence Malick. 

Por otro lado, la “declamación” de Patria (Yuberbi de la Rosa) criticando en la cara de Alberto su inercia y su falta de decisión ante semejante crimen. Una de las mejores escenas de la película y el mejor ejemplo del extraordinario trabajo de actuación y dirección de actores.

Las conversaciones aquí son importantísimas porque son el motivo que va llevando la transformación de Alberto de su estado cuasi catatónico protestante a uno más pasional. La conversación con el policía sobre lo imposible de encontrar justicia por la forma legal del asesinato de su padre y luego la ebriedad y claridez junto a Chave (Isabel Spencer) y Karina de la cotidianidad del homicidio en lugares como este son de los mejores estudios sobre el comportamiento del dominicano retratado en el cine. 

“Cocote” destaca de nuevo que, al igual que gran parte del cine latinoamericano, la mejor forma de presentar la idiosincrasia de una localidad es la honestidad que te brinda compartir la experiencia de los personajes y el mundo que se retrata. En estas películas, como diría Agnes Varda, “el espectador es una parte activa”. 






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