Camino a tomar ese tren que desde hacer par de años engalana mi vieja ciudad me imaginé en vivir una de esas historías que se dan en los metros de otros países: las conversaciones, los cortejos, los amores fugaces; sin embargo, sentado ya en uno de los vagones a punto de comenzar mi corta travesía no me vi en ninguna forma interesado de vivir una historia con quienes me acompañaban.
Dos paradas más adelante en la plataforma de en frente me quede mirando como dos chicas convrsaban, una de ellas me interesó inmediatamente y me quedé observandola, hombre al fin, lo más que pude. Su amiga me notó y le señalo aquel “hombrecito que la veía desde el metro que esperaba ser llenado para partir de la estación. Yo sonreí y la salude; ella con una vergüenza clara me sonrió y me devolvió el saludo y por los próximos segundos ignoró completamente a su amiga para dejarsu mirada fija en mí. Y en un impulso, mientras nuestras miradas la interrumpía el tren que ella había de tomar y el aviso del que el mío estaba por arrancar, salí antes de que la puerta cerrara y me quedé en la estación.
Mi tren se marchó y yo me quedé viendola montarse en el que iba en vía contraria, fue su amiga quién me notó otra vez y de nuevo me señaló. Ella se ríe, se sonroja y se lleva la mano a la boca, yo solo abró los brazos en una especie de gesto dominicano “toy aquí”, pero el último aviso del tren suena y comienza a dar marcha, ella se queda mirándome.
Decidí quedarme en la estación un rato, quién sabe tal vez tomaba el tren devuelta, tal vez tomarámos un café, tal vez tendría mi historia de esas tantas que ocurren en los metros, tal vez seríamos novios, tal vez lo que sintiera ahora no fuera un pánico horrendo de que ella si volviera en el tren devuelta, de que fuera mi novia, de que esperará hasta matrimonio por tan romántica acción.
Vi mi reloj y me di cuenta de que estaba tarde y salí corriendo de la estación; este país es un patio y algún día la vuelvo a ver tendría la excusa de decirle de que tenía una reunión, que por eso no me quedé. Cuando salí de la estación noté que me había desmontado dos paradas antes, sentí aún más temor de volver a la estación a tomar el metro de nuevo y decidí caminar. Ya había encontrado mi historia del metro, no necesitaba más.
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